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7 de febrero de 2012

El amor eterno no tiene cura…


Existen momentos geniales en la vida que duran para siempre… etapas que pasamos, como cada fiesta de cumpleaños, la escuela, las clases de baile en la academia cerca de la casa de abuela, ir a la pileta del club todas las tardes de verano,  salir a andar en bici (con rueditas) por la plaza del centro que tenía una genial fuente que tiraba agua.  Recuerdos los guardamos sin intención alguna en algún lugar oculto y a los que vamos cada vez que una palabra, una voz, un olor o una imagen detonan  el recuerdo  como si pisáramos una bomba que estalla y nos llenan de ese momento.  Involuntario como un estornudo no llenamos de eso que sentíamos hace tiempo atrás, poniendo esa satisfacción de vuelta en nuestra piel.

Aunque también están los otros recuerdos, esos que nos gustaría borrar para no tener que cargarlos por el tiempo que dure nuestras vidas, esos momentos que definitivamente nos marcaron para siempre. No sé si llamarlo instinto de supervivencia, pero de alguna forma logramos desarrollar una especie de  anestesia  con la cual tapamos el dolor y lo mantenemos ahí oculto para seguir adelante. Aunque de la misma forma que un recuerdo agradable, al cubrir un dolor también lo convertimos en la bomba que en algún momento estallara de nuevo

Para mí esa bomba maldita me llega cada febrero  ya que desde hace 13 años para mi febrero es un mes que me sabe amargo. Fue un lunes 8 en 1999 la fecha exacta en la que la vida me robo mi rol de princesa llevándose al rey de mi vida y dejándome en alguna  posición que aun no he logrado descifrar. Desde esa fecha  la sola presencia de este mes hace estallar en mi esa bomba pero no para llenarme si no que más bien para reventarme en mil pedazos.  Y les juro que ya luche demasiado con este momento intentando por todos los medios que este padecimiento sea leve, que este dolor ya conocido sea menos severo pero no hay caso, llega febrero exploto en mil pedazos y de nuevo a re inventarme intentando que cada pieza vuelva a su lugar correspondiente.

Buscando una explicación a este hecho de no poder exorcizar mi dolor creo que la palabra masoquista me hace justicia, pero por otro lado quiero dejar de buscarle un rotulo o una cura y simplemente padecerlo porque el dolor de la ausencia que provoca la muerte de alguien a quien amas tanto no tiene cura. El amor eterno no tiene cura.

Entonces hoy entregada a mí padecimiento de saber que debo encarar un año más de vida sin mi Papá a mi lado me lleno de recuerdos de momentos felices a su lado recordando nuestras conversaciones, nuestros chistes, lo mucho que le gustaba que le cocine, nuestros abrazos de oso que duraban hasta que uno le suelte al otro (y ninguno dejaba de abrazar) o cuando venía a cubrirme en la noche mientras me hacía de la que dormía para que no me rete por seguir despierta, teniendo la certeza de que con el a mi lado nunca nada ni nadie podría hacerme daño. Solo era feliz y si lo sabia!